La joven cubana Sayris Morales Leal, de 26 años de edad, y licenciada en Periodismo, ofreció su testimonio sobre la difícil travesía por la ruta de Centroamérica hacia Estados Unidos.
Morales declaró al medio El Confidencial que los migrantes irregulares reciben maltrato por parte de los coyotes.
“Irme de Cuba no fue una decisión de último momento, aunque tengo que admitir que la situación que se vive en el país fue un factor importante. Yo lo tenía decidido hace al menos ocho años. El problema es que no contaba con los recursos ni la vía para hacer ese sueño realidad”, explicó.
Morales había intentado salir del país por vía legal, ya que su abuela y varias tías viven en Estados Unidos, pero la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca truncó sus planes, al eliminar los servicios consulares en la isla.
La joven contó que uno de los países más difíciles por los que pasó fue México: “Allí el negocio de los coyotes no es con la policía, sino con los cárteles. En México los coyotes ni siquiera mandan, los cárteles tienen la última palabra. México es muy grande, es como cruzar esos tres países que pasaste (Nicaragua, Honduras y Guatemala), dos o tres veces más. Allí no es como los demás países que está la policía y la migra. En México está la policía, el ejército, fiscalía, migración… Las fuerzas de seguridad son mucho más grandes, por eso existen mayores posibilidades de ser detenido. Además, desde allí sí hay devolución (deportación) para Cuba”.
“En México, la travesía continúa con las claves igual, solo que te mueven cárteles y no coyotes. Hay claves que van más rápido y claves que avanzan menos, es decir, está en dependencia de lo que tu coyote le paga al cártel. Si paga más o menos ahí está la diferencia cuando llegas a las bodegas. Antes no existían las bodegas, eran casas. Pero ahora necesitan lugares de más capacidad y utilizan iglesias o almacenes. Son sitios donde hay demasiadas personas y ahí se unen muchísimas claves. Algunos llegan y salen rápido, pero hay migrantes que tienen una clave lenta y se pasan una semana, 10, 15 días o hasta un mes sin que los muevan”, prosiguió su relato.
“Mi primer viaje en México fue de 35 horas en una Van (furgoneta). Éramos 33 personas. Hicimos una sola parada para comer e ir al baño. Es incómodo porque hay mucho calor, te duele el cuerpo completo, no puedes estirar los pies en todo el camino. Pero bueno, al final todo el mundo mira hacia su objetivo, ese es el precio por llegar a donde quieres”, continuó la comunicadora.
Según su relato, ella y su hermano abordaron un ómnibus hacia Monterrey y en horas de la madrugada fueron obligados a ingresar al remolque refrigerado de un camión. El conductor del mismo atropelló a un motorista y no se detuvo ante el incidente, pero fueron localizados por las cámaras de vigilancia.
Tras la intercepción del vehículo, ambos fueron trasladados a la estación migratoria Siglo XXI de Tapachula y se volvieron a ver a los tres días, porque en dicho lugar separan a los hombres de las mujeres.
Los miércoles y los viernes podían visitarse y los jueves podían realizar una llamada a Cuba de un minuto de duración.
“Allí no hay reloj, se pierde la noción del tiempo. Las duchas son con agua fría y todo el mundo cogía gripe. A esa gente realmente no le importas. Cuando llegué vi a una muchacha que estaba tirada en un colchón convulsionando mientras todos miraban cómo soltaba sangre por la nariz y por la boca. Al final se desmayó y las oficiales la sacaron para el pasillo en un sillón de ruedas. Le dieron una gelatina y a los cinco minutos la entraron otra vez”, contó.
En una de sus llamadas a Cuba, supo por intermedio de su madre que su hermano había sido deportado. La joven permaneció 16 días detenida y tuvo que seguir adelante sola, a pesar del sufrimiento por la situación de su hermano.
Prosiguió su travesía por la nación azteca hasta realizar el peligroso cruce del río Bravo. Luego de 51 días de trayecto y un gasto de casi 9 mil dólares, logró ingresar a Estados Unidos.