Este 18 de diciembre, con motivo del Día Internacional del Migrante, el cubano Christian Arbolaez compartió un emotivo mensaje dedicado a los cubanos que han tenido que emigrar.
A través de sus palabras, Arbolaez describe la experiencia del emigrante cubano como un acto cargado de valentía, sacrificio y profunda carga emocional. Su mensaje pone en el centro la búsqueda de libertad, oportunidades y un futuro mejor, así como el peso invisible que acompaña a quienes dejan atrás su tierra y su familia.
Arbolaez expresó que “el emigrante cubano aprende a llorar en silencio. A llorar muertes desde lejos. A despedirse sin velorio, sin último abrazo, sin poder tocar por última vez a quien amaba. Ese dolor no se supera: se aprende a cargar con él”, escribió.
Sin embargo, también destacó la capacidad de resiliencia del emigrante cubano. “Y aun así, desde la distancia, vuelve a renacer. Florece donde nadie lo esperaba. Se reconstruye, se reinventa, vuelve a ser persona. Levanta una vida nueva con manos cansadas y corazón partido en dos”, añadió.
Sus palabras resumen una realidad compartida por muchos cubanos, pues —como señaló el propio autor— “hay miles, millones, que cargaron su vida en una maleta y salieron en distintas épocas, por distintos caminos, con el mismo anhelo”.
Junto a su mensaje, Christian Arbolaez compartió una imagen de su libro “Camino a la libertad: La travesía de un emigrante cubano”, disponible en Amazon. La obra recoge no solo su historia personal, sino también la de otras familias cubanas que han emigrado en distintos momentos, reflejando diversas etapas del éxodo cubano y el impacto humano de ese proceso.
A continuación, se reproduce íntegramente las palabras de Christian Arbolaez:
Hoy es el Día del Emigrante.
El emigrante cubano no se va ligero.
Se va con una maleta pequeña y un peso enorme que no se ve.
En esa maleta no solo va la ropa, ni los papeles doblados.
Ahí van los recuerdos, las raíces, la cultura, las canciones que suenan en la cabeza cuando el silencio aprieta.
Ahí va la casa, la cuadra, el olor del café, la voz de la abuela, los amigos que quedaron prometiendo que esto no es un adiós.
El emigrante cubano se va echándolo todo encima…
Echando la vida como puede, acomodándola en la maleta del alma.
Se va en busca de un futuro mejor, sí.
Se va buscando oportunidades, trabajo, dignidad.
Se va con la esperanza de poder ayudar a los suyos, de mandar algo más que dinero: mandar alivio, mandar tranquilidad, mandar fe.
Pero también se va cargando un peso que no aparece en ningún aeropuerto:
el peso del tiempo perdido,
de los abrazos aplazados,
de las fechas importantes vividas por una pantalla.
El emigrante cubano aprende a llorar en silencio.
A llorar muertes desde lejos.
A despedirse sin velorio, sin último abrazo, sin poder tocar por última vez a quien amaba.
Ese dolor no se supera: se aprende a cargar con él.
Y aun así, desde la distancia, vuelve a renacer.
Florece donde nadie lo esperaba.
Se reconstruye, se reinventa, vuelve a ser persona.
Levanta una vida nueva con manos cansadas y corazón partido en dos.
Porque vivir como emigrante es habitar una dualidad constante:
amar el lugar que te recibe
y extrañar el lugar que te parió.
Es agradecer lo que hoy tienes
mientras duele lo que dejaste atrás.
Hoy, en el Día del Emigrante, no se celebra una huida.
Se honra una valentía.
La de quienes se fueron sin dejar de pertenecer.
La de quienes viven lejos, pero nunca se han ido del todo.
Y quizás por eso escribí Camino a la Libertad.
Porque detrás de cada emigrante hay una historia que merece ser contada.
Porque la mía no es única.
Porque hay miles, millones, que cargaron su vida en una maleta y salieron en distintas épocas, por distintos caminos, con el mismo anhelo.
En Camino a la libertad cuento la historia de mi familia y la de cinco familias más, en diferentes momentos de la migración cubana.
Historias de despedidas, de miedo, de fe, de caídas y de volver a levantarse.
Historias de pérdidas… y de reconstrucción.
No es solo un libro sobre irse.
Es un libro sobre resistir, sobre volver a nacer lejos, sobre no olvidar quiénes somos, estemos donde estemos.
Hoy, Día del Emigrante, lo comparto con respeto y con gratitud.
Por los que se fueron.
Por los que se quedaron.
Y por los que aún sueñan con abrir su propia maleta del alma.
Porque el emigrante cubano puede cambiar de país…
pero nunca cambia de raíz.
Autor: Christian Arbolaez


