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    Carta de un cubano a Santa Claus: “Seguimos en modo resistencia”

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    El cubano Christian Arbolaez volvió a escribir este 24 de diciembre de 2025 una emotiva carta dirigida a Santa Claus, pero no para pedir regalos ni lujos, sino para expresar, con sensibilidad y crudeza, las realidades que marcan la vida cotidiana en Cuba y los deseos más profundos de quienes resisten día a día en la Isla.

    “Este año no sé bien por dónde empezar esta carta. Tal vez porque ya no soy el mismo que te escribió el año pasado, o porque la vida se ha encargado de moverme el piso, la casa y hasta los recuerdos. Pero igual te escribo, porque uno no deja de creer del todo, aunque aprenda a disimularlo”, confiesa al inicio de la misiva.

    En el texto, Arbolaez describe una cotidianidad atravesada por los apagones prolongados, la escasez de agua y la necesidad constante de adaptarse. Habla de una vida vivida “en modo resistencia”, donde los servicios básicos llegan de forma intermitente y obligan a reorganizar rutinas esenciales como cocinar, bañarse o descansar.

    “Por acá, Santa, seguimos en modo resistencia. La corriente llega cuando quiere, como una visita sin avisar, y el agua se ha vuelto una historia que se cuenta en pasado. Ya no digo hay, digo hubo. Uno aprende a bañarse rápido, a cocinar con cálculo y a dormir con un oído atento, por si regresa la luz o por si se va otra vez”, relata.

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    La carta también resalta la inventiva del cubano como mecanismo de supervivencia. Donde la creatividad se ha convertido en una herramienta indispensable para estirar la comida, reparar equipos domésticos y sobrellevar la escasez, incluso cuando productos cotidianos han perdido su función original.

    “No te voy a mentir: este año la inventiva ha dado doctorado. Hemos hecho milagros con casi nada. Una comida se estira como si fuera chicle, un ventilador viejo se arregla con fe, cinta y batería adaptada, y el café… bueno, el café ya no despierta, pero al menos consuela”, señala.

    Desde un tono honesto, el autor le pide a Santa Claus algo que define como extraordinario en el contexto actual: “que lo normal vuelva a ser normal”. Pide tranquilidad que no dependa de la electricidad, descanso mental y noticias positivas.

    “No te escribo para quejarme, Santa. Te escribo para pedirte lo que aquí se ha vuelto extraordinario: que lo normal vuelva a ser normal. Si puedes, tráenos tranquilidad. De esa que no se va cuando se apaga la luz. Tráenos descanso, aunque sea mental. Tráenos noticias buenas, que aquí llegan más rápido las malas”, expresa.

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    Entre sus solicitudes más concretas, menciona la necesidad de medicinas en las farmacias, alimentos en las mesas y, sobre todo, paciencia para enfrentar largas colas y esperas interminables. Sin embargo, el pedido central de la carta es colectivo: que la esperanza no se desgaste y que no se normalice vivir en permanente tensión o despedirse constantemente de quienes emigran.

    “Si en tu saco queda espacio, deja medicinas en las farmacias, comida en las mesas y paciencia en las colas. Mucha paciencia, que se gasta más rápido que el jabón. Pero, Santa, si este año decides hacer un solo milagro grande, te pido uno colectivo: que la esperanza no se nos oxide. Que no se vuelva costumbre vivir a la defensiva, ni normal despedirse de los que se van. Que no tengamos que explicar tanto por qué nos fuimos o por qué nos quedamos”, afirmó.

    Arbolaez aclara que no pide riquezas, sino aspiraciones sencillas y profundamente humanas: “despertar sin miedo al día, vivir sin estar contando cada recurso y reír sin que la risa sea un acto de valentía”.

    “No quiero riquezas, ni viajes, ni lujos. Quiero algo más modesto: despertar sin miedo al día, vivir sin estar contando, reír sin que sea valentía. Si pasas por mi casa y ves una luz encendida, no es un arbolito. Es la costumbre cubana de no rendirse del todo. Déjala ahí, no la apagues. Con eso me basta”, agregó Arbolaez.

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    Su carta la finaliza diciendo: “Gracias, Santa, por leerme otro año más. Aquí te espera alguien que todavía cree… aunque haya aprendido a creer bajito. Con fe, con memoria y con Cuba a cuestas, un cubano”.

    A continuación, reproducimos íntegramente la carta escrita por Christian Arbolaez.

    Querido Santa:
    Diciembre 24 de 2025.

    Este año no sé bien por dónde empezar esta carta. Tal vez porque ya no soy el mismo que te escribió el año pasado, o porque la vida se ha encargado de moverme el piso, la casa y hasta los recuerdos. Pero igual te escribo, porque uno no deja de creer del todo, aunque aprenda a disimularlo.

    Por acá, Santa, seguimos en modo resistencia. La corriente llega cuando quiere, como una visita sin avisar, y el agua se ha vuelto una historia que se cuenta en pasado. Ya no digo hay, digo hubo. Uno aprende a bañarse rápido, a cocinar con cálculo y a dormir con un oído atento, por si regresa la luz o por si se va otra vez.

    No te voy a mentir: este año la inventiva ha dado doctorado. Hemos hecho milagros con casi nada. Una comida se estira como si fuera chicle, un ventilador viejo se arregla con fe, cinta y batería adaptada, y el café… bueno, el café ya no despierta, pero al menos consuela.

    No te escribo para quejarme, Santa. Al cubano no le queda bien la queja; le queda mejor el chiste, aunque a veces duela. Te escribo para pedirte lo que aquí se ha vuelto extraordinario: que lo normal vuelva a ser normal.

    Si puedes, tráenos tranquilidad. De esa que no se va cuando se apaga la luz.
    Tráenos descanso, aunque sea mental.
    Tráenos noticias buenas, que aquí llegan más rápido las malas.

    Si en tu saco queda espacio, deja medicinas en las farmacias, comida en las mesas y paciencia en las colas. Mucha paciencia, que se gasta más rápido que el jabón.

    Pero, Santa, si este año decides hacer un solo milagro grande, te pido uno colectivo: que la esperanza no se nos oxide. Que no se vuelva costumbre vivir a la defensiva, ni normal despedirse de los que se van. Que no tengamos que explicar tanto por qué nos fuimos o por qué nos quedamos.

    No quiero riquezas, ni viajes, ni lujos. Quiero algo más modesto:
    despertar sin miedo al día,
    vivir sin estar contando,
    reír sin que sea valentía.

    Si pasas por mi casa y ves una luz encendida, no es un arbolito. Es la costumbre cubana de no rendirse del todo. Déjala ahí, no la apagues. Con eso me basta.

    Gracias, Santa, por leerme otro año más.
    Aquí te espera alguien que todavía cree…
    aunque haya aprendido a creer bajito.

    Con fe, con memoria y con Cuba a cuestas,
    un cubano.

    Christian Arbolaez

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