La cubana Amelia Calzadilla, madre de tres hijos menores de edad, quien se hizo viral por su contundente denuncia en redes sociales el pasado mes de junio, ofreció declaraciones al medio independiente “El Toque”.
Amelia denunció que aún el gobierno no ha resuelto el problema de gas licuado, lo cual provoca que la familia tenga que dedicar grandes sumas de dinero para el pago del consumo de electricidad, en un núcleo familiar en el que conviven siete personas.
“Los gastos por concepto de uso de electricidad aumentan muchísimo, dado que cocinamos con una hornilla de inducción. La mayor parte del tiempo está prendida por más de 14 horas y consume más de 450 kW mensuales. La electricidad es más cara que el servicio de gas y, por tanto, el gasto es mayor”, señaló.
“Además, todos tomamos agua hervida, ya sea por hábito, porque los niños son pequeños o porque sabemos que el sistema de acueducto, con sus roturas, no garantiza la no transmisión de enfermedades como el cólera, por ejemplo. Hervimos a diario entre 10 y 15 litros de agua. Eso implica que tengamos la hornilla de inducción prendida, solo para hervir el agua, al menos tres horas al día”, precisó Calzadilla.
Sobre el gasto de los ingresos de los miembros del hogar para efectuar el pago de la tarifa eléctrica, explicó: “La pensión de mi papá, que tiene 80 años y que trabajó por 58 años, primero en el MININT y después en lo civil, y los ingresos de mi esposo, se usan para pagar la electricidad que consumimos: alrededor de 1 000 kW mensuales, de ellos 450 por la hornilla de inducción. En los meses de verano tuvimos que pagar cerca de 7000 pesos”.
“No existe en nuestra casa una buena relación entre ingresos y pagos por concepto de corriente. Además, por vivir con tres menores, ninguno de ellos ingresa dinero, pero consumen electricidad. En las últimas regulaciones debieron ajustar las tarifas teniendo en cuenta los miembros del núcleo familiar. No generalizar como si todos tuvieran el mismo nivel de gastos e ingresos”, agregó.
Con relación a los constantes y prolongados apagones, aseguró: “Cuando en mi casa no hay electricidad no se come, porque la única forma de cocción de los alimentos es esa. No tengo otra alternativa. Ahora, ante el creciente déficit de energía, mi mayor preocupación es no poder alimentar a mi familia”.
Asimismo, lamentó no poder hacer uso de otras variantes para la cocción de los alimentos: “Me siento desesperada. Existen otras opciones como cocinar con leña o con ‘luz brillante’ (queroseno); como cuando era una niña durante la crisis de los años noventa. Pero al vivir en un apartamento eso es imposible. Es un tercer piso, de microbrigada, sin patio. El espacio pequeño donde lavamos solo alcanza para eso. Además, al tener niños pequeños correríamos el riesgo de un accidente en el hogar”.