El científico y opositor cubano Oscar Casanella, recordó la odisea sufrida para llegar a Estados Unidos, al cumplirse este lunes 16 de enero, un año del cruce de la frontera sur de esa nación.
A través de sus redes sociales, Casanella, quien logró su objetivo junto a su esposa y su hijo, compartió un mensaje que es reproducido íntegramente a continuación:
“Mi reciente tragedia y la de muchos otros cubanos.
Hoy 16 de enero de 2023 hace un año que entré a los Estados Unidos de América (EUA) junto a mi esposa quien tenía 7 meses de embarazo y mi hijo Pablo de 4 años de edad. Toda la travesía fue difícil e incómoda, estuve un mes y medio durmiendo como promedio 3 horas y sin ninguna calidad de sueño. El mayor estrés lo sufrimos en Nicaragua, país cuyas autoridades migratorias nos prohibieron la entrada en 2 ocasiones y México. Crucé la frontera desde Ciudad Juárez, México, hasta El Paso, Texas, en EUA y llegué con llagas en los pies e inflamados por hongos y con influenza tipo A.
Aquel 16 de enero de 2022, corrí cargando en mi brazo izquierdo a mi hijo y en el otro una carpeta con documentos, y al llegar hasta la patrulla de la frontera de EUA mi esposa y yo lloramos y nos abrazamos al sentirnos a salvo.
El oficial hacia el cual corrimos nos habló en perfecto español y llevaba un apellido de origen español. Nos calmó y nos dijo que estábamos en territorio de EUA, país donde se respetan todos los derechos humanos y que no teníamos nada que temer, que ningún oficial nos maltrataría si nosotros respetábamos y seguíamos sus instrucciones.
En el centro de detención migratorio estuvimos desde el 16 hasta el 18 de enero, cuando fuimos liberados con un documento I-220A y un teléfono móvil para localizarnos y reportarnos diariamente a ICE. Nunca nos hicieron entrevista de miedo creíble. Llegamos a Miami el día 19 de enero y pude reunirme con mi familia y llorar una vez más de alivio y felicidad.
Luego de este período de gran estrés vino un período de relajación en el cual estuve como 2 meses sufriendo varias gripes, entre ellas COVID-19 debido a una inmunodepresión. El organismo me estaba pasando la factura del estrés anterior. Cuando iba saliendo de estas enfermedades nació David, mi segundo hijo, en marzo, y volví a no dormir, esta vez mucho más feliz, claro.
Yo nunca quise emigrar, mi plan de vida era ayudar a cambiar a Cuba para que mis hijos, mi familia y yo disfrutáramos de un país democrático, un estado que se esforzara en respetar todos los derechos humanos, un país próspero donde los cubanos disfrutemos vivir. Soñaba y aún sueño con una Cuba muy atractiva luego de la caída de la dictadura, tan atractiva que mis amigos que habían emigrado regresarían para invertir, vivir y trabajar.
Decidí emigrar en el año 2021 luego de vivir una muerte en vida, pues mi último año estuve prácticamente en prisión domiciliar e incomunicado, porque ETECSA bajo las órdenes de la Policía política nos cortó permanentemente todos los servicios telefónicos a mi esposa y a mí. Los segurosos amenazaban con meterme en la cárcel porque decían les era más rentable que mantener permanentemente patrullas con 2 policías y 2 represores del G2 24 horas los 7 días de la semana frente a mi casa.
Mi esposa y mi hijo pequeño se estaban afectando al presenciar la represión violenta contra mi persona y tenía miedo que mi hijo sufriera abusos y discriminación al entrar en la escuela de Cuba por ser hijo de un disidente.
Mi vida en Cuba con respecto al cubano promedio era más holgada económicamente, luego de los 2 años de mi beca en Suiza del 2009 al 2011 y de que mis padres trabajaran por contrato independiente en Angola. Con los ahorros familiares compramos carros americanos clásicos y teníamos una casa de renta.
Inicié un negocio llamado qvainside para vender servicios a turistas extranjeros. Gracias a este negocio vivía y podía disfrutar del placer espiritual de investigar el cáncer (por lo cual me pagaban 430 pesos cubanos al mes), impartir clases de Inmunología en la Universidad de La Habana y de comenzar un doctorado en Bioinformática en dicha universidad.
Sin embargo, la policía política con sus métodos represivos mutiló cada una de estas proyecciones de mi vida profesional y económica. Mi expulsión de la vida científica me dolió mucho más que los golpes físicos que recibí por parte de los represores violentos de la dictadura. Esas ‘heridas psicológicas’ no han sanado, las físicas sí. Lo cierto es que llevo deprimido 2 años, el último que viví en prisión domiciliar en Cuba y este fuerte primer año en EUA.
Yo estoy asimilando el cambio en mi vida, todavía siento muy reciente mi vida en Cuba como si no me hubiera ido, y aún no siento que pertenezco a este gran país que me recibe. Extraño mucho a familiares, amigos y vecinos que dejé en Cuba. Extraño caminar por las calles de La Habana que tanta historia tienen. Extraño simplemente caminar, porque aquí casi no se camina. Extraño la variada arquitectura de Cuba, las playas cubanas. Extraño sentarme en calle G o en Malecón con los amigos a tocar guitarra. Deseo pasear a mis hijos por Cuba y enseñarles donde conocí a su mamá, donde estudié, los lugares preferidos que solía visitar y los lugares relacionados con la historia de nuestra familia.
Espero que, como me dicen varios amigos, se me pase esta ‘bobería’. Como terapia me aconsejan recordar la represión y las amenazas de cárcel que recibí. Ahora mismo siento que no encajo en ningún lugar. Por el momento, sigo esperando a que me llegue la licencia de conducción, el permiso de trabajo y sueño con volver a la ciencia.
Realmente a las familias cubanas les ha tocado vivir una gran tragedia y sé que la mía no se compara con la de miles de presos políticos que han sufrido las máquinas trituradoras que son las cárceles de la dictadura.
Fin de mi desahogo”.
Mi reciente tragedia, y la de muchos otros cubanos.Hoy 16 de enero de 2023 hace un año que entre en los Estados Unidos…
Posted by Oscar Casanella on Monday, January 16, 2023